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“Si nos sentimos hijos predilectos de nuestro Padre de los Cielos, ¡que eso somos!, ¿cómo
no vamos a estar siempre alegres?”
Inspirados en palabras del Papa Francisco, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Hay que recobrar y acrecentar el fervor, “la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”. En el mundo actual, que busca a veces con angustia, a veces con desesperanza, esperamos poder entregar la Buena Nueva, y no como evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino siendo la juventud apostólica cuya vida irradie el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo.
ALEGRÍA
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